En Quin caos d’habitació!, a través del juego, Xavier Salomó incide en la necesidad de hallar la calma para prestar atención a la relación que tenemos los padres con nuestros hijos y disfrutar del tiempo compartido.
Entre semana, la hora del despertador marca cómo empiezan las mañanas: con la presión de llegar a tiempo a la escuela y al trabajo. Y la voz del padre, una sombra que se queda en la puerta de la habitación, va dictando todo lo que el niño debe llevar consigo según cuáles sean las actividades extraescolares de cada día y termina con la cantinela "i has d’endreçar l’habitació". Arranca el juego: hay que buscar en la ilustración de cada página derecha lo que está destacado en el texto de cada página izquierda.
Día a día, la presión del tiempo y de las obligaciones crece. Cada día hay más cosas que buscar dentro de una habitación infantil donde el desorden va creciendo al mismo ritmo que crece el nerviosismo de la sombra del padre en la puerta (manos en la cintura, palmas en tensión, manos en la cabeza...).
Llega el sábado. En este punto, la relación entre padre e hijo se transforma. Olvidando la tensión, la presión y las prisas de los días entre semana, el padre toma cuerpo, ya no es una sombra en la puerta, sino un hombre que se lanza divertido sobre su hijo gritándole "et clavaré una... QUEIXALADA!". Con el desplegable estallan las risas. Padre e hijo combaten en una guerra de almohadas sin igual y comienzan a pasarlo bien juntos. A medida que desaparece la presión externa, se va desdibujando el caos de la habitación. Tras el desplegable de acción divertida, los protagonistas se serenan y se acercan físicamente y también sentimentalmente. La relación es cada vez más estrecha y emotiva. Padre e hijo pueden decirse, por fin, lo que realmente importa: que se quieren.
Conseguida la calma, la habitación está ordenada el domingo.
Y aquel niño que veíamos en las guardas del principio del libro saltando de alegría en medio del caos contagia su buen humor y sus ganas de disfrutar de la vida a su padre, que salta con la misma pasión en las guardas finales del libro.
Un libro que leemos y releemos a cuatro manos infinitas veces, que nos emociona y nos lleva a aprender juntos adultos y niños a través del juego compartido y valorando el tiempo que compartimos.
"La felicidad sólo es real cuando se comparte." (Into the Wild)