Dos madres explican de manera sencilla cómo ponen en práctica en casa las tácticas aprendidas en los talleres que organiza el psicólogo infantil Haim Ginott para mejorar las relaciones padres-hijos y hacer más agradable el ambiente familiar. Las tácticas se centran en prestar atención a cómo hablan a sus hijos. Un ejemplo: "si un niño derrama un vaso de leche, le diría: Veo que se ha derramado la leche, y luego le daría una bayeta. De este modo, evito la culpa y destaco lo que es necesario destacar: qué hay que hacer”, dice el psicólogo a las madres. A medida que leemos los capítulos del libro las vemos interiorizar nuevas maneras de dirigirse a los hijos que las hacen progresar y disfrutar de los ratos compartidos con la familia, aunque de vez en cuando también retroceden y se les escapa algún "Mira lo que has hecho".

El libro está escrito de forma clara y cercana, como si fuera una novela. Es ese formato lo que hace que lo leamos y releamos centrándonos cada vez en un capítulo concreto, como "Los papeles en los que los encasillamos: don inútil, la princesa, el quejica". Y nos ayuda a analizar lo que transmitimos sin querer cuando hablamos con los hijos sin ser conscientes de cómo decimos las cosas.

Padres liberados, hijos liberados está repleto de situaciones cotidianas, reflejadas con mucho sentido del humor, donde vemos que es posible cambiar poco a poco la forma de comunicarnos con los hijos. La base es dejar de usar palabras que evalúan (evitar reñir, alabar y encasillar) para usar palabras que describen lo que vemos o lo que sentimos, porque invitan al niño a buscar sus propias soluciones a los problemas.