Neda-que-neda es un pececillo negro que vive con un grupo de pececillos rojos en el fondo del mar. Un día un atún devora a los pececillos rojos. Neda-que-neda huye temoroso. La aventura le ofrece descubrimientos singulares: una medusa gelatinosa, una anguila con la cola tan larga que casi la olvida, un bosque de algas... Cuando encuentra a un grupo de pececillos rojos los anima a salir a recorrer ese mundo acuático lleno de vida, representada combinando tintada y estampación sobre blanco. El miedo a ser devorados por un pez grande inmoviliza los pececillos rojos, pero Neda-que-neda les explica cómo deben organizarse para salir a nadar juntos y parecer un pez enorme. "Yo seré el ojo", les dice. Y nadan en bloque como si fueran un pez enorme, demostrando que la unión hace la fuerza.

Como en todas las obras de Leo Lionni, en esta encontramos una enseñanza no moralizante clara: nos anima a integrarnos en nuestro entorno siendo nosotros mismos y aportando a la colectividad lo que nos hace diferentes como elemento enriquecedor. Para ello, en este caso incide en la necesidad de pensar y conocerse uno mismo para, a través del ingenio, vencer los miedos y conseguir mejoras colectivas sabiendo cuál es el lugar que uno mismo debe ocupar en esa colectividad.

Lionni es uno de los artistas y publicistas que revolucionan la concepción del álbum ilustrado a partir de la década de 1960. Tal como señala Teresa Duran en su obra Álbumes y otras lecturas, Lionni y otros artistas y diseñadores de publicidad como Bruno Munari inciden en el mundo del libro infantil introduciendo elementos para narrar visualmente las historias que quieren contar. Investigan en la creación de personajes utilizando nuevas técnicas, como el collage, que Leo Lionni usa para construir personajes en Frederick como reflejo de las diferentes texturas y colores que observamos en el entorno natural.