Tengáis la edad que tengáis, leed este libro. Compartidlo con quien esté cerca. Regaladlo a los niños y a los adultos que apreciéis. En la historia de amistad entre Marcel·lí Pedret y Arnau Rasclet, encontraréis la complicidad de los amigos del alma, aquellos que une un vínculo que ni el tiempo ni la distancia podrán deshacer nunca.

El trazo fino, limpio y negro sobre blanco característico de Sempé en los dibujos del Pequeño Nicolás da vida a Marcel·lí y Arnau, haciendo que los personajes se muevan, jueguen, rían, enfermen, lloren, se sorprendan, crezcan... y los lectores podamos identificarlos siempre. Sempé intensifica con una mancha de color rojo, mínima y significativa, la característica que define a Marcel·lí: se sonroja durante ratos larguísimos sin ninguna razón aparente. Arnau estornuda a menudo a pesar de no haberse resfriado nunca, y el sonido de sus estornudos parece salir del interior del libro y pasar de los bocadillos de cómic a nuestros oídos.

La vida cotidiana que comparten los dos niños, que "també es podien estar sense jugar o sense parlar, perquè junts no s’avorrien mai", cambiará en mitad del relato. Sempé nos lo cuenta directamente a los lectores: "PERÒ (aquestes lletres són una mica negres perquè el que passarà a continuació és una mica trist)." La familia de Arnau se mudará y Marcel·lí le perderá la pista a su amigo. Pasará el tiempo, Marcel·lí tendrá nuevos amigos, crecerá... y un buen día el señor Marcel·lí Rasclet mirará a un hombre que estornuda en el autobús y... "I (no cal que us expliqui per què aquesta lletra és rosa...)", nos dirá Sempé a los lectores justo antes de mostrarnos como se reencuentran los amigos.

"No creo que mis personajes sean minúsculos. Quizás el mundo sea demasiado grande." Dice Sempé. Y probablemente tenga razón.