El verano que relata Duna en su diario es "especial, de descubrimientos, de los que hacen crecer". A través de ese diario, que empieza siendo una obligación impuesta desde fuera y acabará convirtiéndose en un espacio de autoconocimiento y situación en el mundo, la voz de Duna se transforma como se transforma la niña en adolescente consciente de su proceso de crecimiento y maduración.
Duna nos habla con fluidez y naturalidad de cómo la transforman las situaciones que vive durante el verano que comparte con sus hermanas (la primera regla, los secretos familiares del presente y del pasado), el abuelo (atrapado emocionalmente en un proceso de duelo que no avanza), el grupo del pueblo (juntos prepararán una sorpresa que cambiará la forma en que el abuelo afronta su realidad) y Max (un chico que ha tomado conciencia de su transexualidad y nos la hace tomar a los lectores a través de la empatía afectiva con él y con Duna, con quien Max descubrirá los lazos emocionales indestructibles de la amistad, y será un descubrimiento recíproco narrado con delicadeza, intensidad y sencillez).
Los lectores del club de lectura de la librería recomiendan el libro a adolescentes, jóvenes y adultos sin decir casi nada más que "léelo, te gustará y te sorprenderá; no podemos hablar del libro hasta que te lo hayas leído". Y las libreras pensamos que no hay mejor recomendación posible para un libro que esta frase de sus lectores.
Un libro lleno de inocencia, donde se resaltan los valores humanos y el amor hacia la naturaleza.
“Afortunada la generación que ha crecido con Esperanza y La casa de Mango Street. Afortunados, también, los futuros lectores. Un libro maravilloso y lleno de humor que se queda por siempre jamás con nosotros”, Maxine Hong Kingston.