La isla de las cartas perdidas es una invitación a disfrutar de la lectura, una novela que anima a leer por el placer de leer, dejándonos llevar por cómo está narrada la historia, por la fuerza de los personajes secundarios y por el proceso de aprendizaje y crecimiento que vive el protagonista a lo largo del libro.
Coherente con el fondo de Babulinka (que publica libros "que inspiran, que ayudan a encontrarse uno mismo y ser más feliz"), el libro escrito por Oriol Canosa nos invita a "darnos cuenta de lo que pensamos y lo que sentimos realmente. Es como si, letra a letra, algo que se esconde en nuestro interior saliera a la superficie."
Leemos: Huimos de la guerra y nos instalamos con Albert en Isola della Cona, donde conocemos a los personajes con quienes comparte una parte breve aunque intensa de su camino en la vida. El tío Audubon nos contagia su hospitalidad y su pasión por la ornitología. El príncipe Von Thurn und Taxis nos transmite su alegría por vivir en un presente eterno y divertido, centrado en el trabajo y las relaciones con los amigos. Rainer, el poeta, nos indica los caminos del viaje introspectivo hacia el autoconocimiento. Nereo, el gondolero, nos acompaña de modo protector y profético a los lectores y también al tío Audubon, a Albert y a sus primos, Max y Moritz, que parecen haber salido de las caricaturas de W. Busch para llevar sus travesuras a la isla y desenmascarar, en pleno baile de disfraces de alta sociedad, el absurdo de la guerra.
Seguimos leyendo: Observamos las ilustraciones de Mercè López y vemos que los personajes adultos son humanos animalizados, como sugieren sus nombres y las caracterizaciones textuales. A través de esa animalización la ilustradora consigue expresar toda la fuerza del carácter de cada personaje y añade humor a la historia. En contraposición a los adultos animalizados, los niños son personajes con características físicas puramente humanas, despojados de máscaras (cuando no son estrictamente imprescindibles para poder asistir a la fiesta de disfraces que organizan los adultos), como una evocación de la inocencia que se va perdiendo al crecer y a la que parece referirse el poeta en su primera conversación con el protagonista de la historia: "La verdadera patria de cada uno es su infancia, Albert. Es el lugar donde todos quisiéramos volver."
Al acabar la lectura, pensamos que una buena forma de volver a la infancia es releer La isla de las cartas perdidas, para volver a ver el mundo con la mirada inocente de Albert y para volver a disfrutar de la compañía, la protección y los sabios consejos de los personajes adultos que acompañan al protagonista y que nos han hecho sonreír constantemente a los lectores mientras leíamos el libro.
Una historia de viajes, misterios, peligros y grandes amigos. ¡La aventura que siempre has querido vivir!
Esta es la aventura de un pequeño equipo de fútbol. Pero también es una historia sobre la amistad, la familia y el primer amor. Porque no solo es importante lo que tú te propones, sino de quién te rodeas para conseguirlo.
Escrita con la sensibilidad, la ironía y la capacidad de emocionar inconfundibles del autor del Niño del pijama de rayas, Mi hermano se llama Jessica es una novela plenamente actual, imprescindible para todas las edades.